Por Mtra. Denisse Ron Arroyo
El Taller de escritura creativa de la Universidad de Celaya tiene el objetivo de que los alumnos creen textos originales. Original se puede entender en dos sentidos: que no sea una copia o que se distinga de la generalidad. Entonces, los alumnos se enfrentan a “la hoja en blanco”. En este contexto, usar Chatgpt suena muy tentador. Cuando comencé a escuchar sobre el uso libre de la IA, sentí que se aproximaba un apocalipsis para mi profesión y mi área. Los videos de escritores al respecto del tema aumentaron mi crisis. Sin embargo, las conversaciones me ayudaron a comprender que podía sacarle provecho. Así que comencé a analizar los textos literarios que se lograban: el resultado era “acartonado”. Aunque me di cuenta de que tenía sus beneficios para otras actividades de escritura.
En la primera ocasión, pedí a mis alumnos que leyéramos una fábula, una leyenda y un mito. La siguiente instrucción fue hacer un cuadro comparativo con sus características, para lo cual usarían cualquier IA, pero solo debían escribir aquellas que se percibían en las lecturas. Además, de incluir la referencia de la fuente consultada. En este elemento surgió la discusión: ¿cuál era la fuente: la IA o el sitio de donde extrajo la información?, ¿cómo obtener la referencia de un sitio que se desconoce?, ¿el autor en la referencia es uno mismo o es la IA? Las conclusiones fueron que la propiedad intelectual es un caso que no se ha resuelto; a pesar de ello, deben ser sinceros y evidenciar que se usó una IA para realizar el trabajo, poniéndola como fuente. Gracias a esta acción también se percataron que es más fácil obtener la autorreferencia de Chatgpt que del resto.
La discusión no paró ahí. ¿Cuál es el género popular?, me preguntó un alumno. Entonces, se dieron cuenta que había algunas respuestas de la IA que no eran correctas. Eso nos llevó a conversar sobre la información que utiliza y las fuentes confiables. Luego que sabían qué era en realidad una fábula, pudieron escribir la propia. Los resultados fueron muy buenos.
En otra clase, le pidieron a Chatgpt que escribiera un guion cinematográfico, a partir de la sinopsis literaria que cada uno había creado con anterioridad. Después, lo leyeron y subrayaron las partes que les gustaban para reutilizarlas. Alguien preguntó si podía quedarse con todo, ese fue el gancho para el siguiente paso: mostrarles cómo usar el software para escritura de guiones. Se les hizo muy fácil y observaron que en algunos guiones de la IA no se cumplía con la estructura del texto. De esta manera, se respondió la duda de mi alumno: No se debe solo copiar. También el grupo se dio cuenta que hacían falta otros elementos. La IA solo había acomodado el texto a la forma de un guion. No hizo diálogos ni eliminó las partes narrativas en la descripción de la escena. Con esto concluimos que es una herramienta para iniciar la labor de escritura. Sin embargo, es importante conocer lo que hacemos, revisar y trabajar en nuestra actividad.
Seguiré buscando otras formas de usar la IA como una herramienta para la generación de textos. Quiero propiciar que mis alumnos valoren sus propias ideas y las competencias que van desarrollando en la profesión. El cerebro humano es creador y eso hace la diferencia.